Audacia, osadía, redaños.

Hay demasiada confrontación en mí como para que pueda saber qué o quién soy. Sin embargo hay algo de lo que estoy segura, algo que poseo de verdad. Algo a lo que podría agarrarme, si no prefiriera morir antes que hacerlo. Es como esa mierda que te mancha los zapatos cuando has dado exactamente tres pasos desde la puerta de tu casa. Hay demasiadas utopías que han dejado de serlo. Desde el principio estuvo claro que el mundo olía a deyecciones más que a rosas, pero aún nos quedaban las alas, los pies… o las puertas traseras de cualquier antro. De todas formas nunca me han gustado las rosas. Hay demasiadas personas que señalan al loco. De esas que creen tener una opinión. No quiero decir que vivan engañados. Simplemente hay pocas personas que encuentren la verdad y la devuelvan al mundo sin retorcerla. Hay demasiadas cosas que podría definir con satírica mezquindad, pero motivos dispares me llevan a no querer satisfacer la indiferencia de nadie. La relevancia va mucho más allá de lo que mi desprecio pueda reflejar, así que resumiré todo en una palabra: erosión. El mundo es erosión.