No sé cuánto tiempo pasó exactamente hasta que fui capaz de reaccionar, si por reaccionar entendéis pestañear y dar un paso hacia atrás. Creo que me temblaban las piernas.
Alguien me puso una mano en el hombro y yo grité como si me hubiera dado una patada en la espinilla.
-¿Te encuentras bien?- dijo el desconocido mientras yo me giraba para verle.
Era un hombre alto y delgado, que parecía llevar en la barba todo el pelo que le faltaba en la cabeza.
-Lo… lo siento, me ha asustado- respondí a duras penas.
Me miraba desconcertado, con una expresión entre asustada y divertida; me habría ofendido, de haber tenido mis sentidos de mi parte.
-Umm… creo que es mejor que nos sentemos antes de que te desmayes o algo parecido.- dijo él tras un largo silencio.- Josh jamás cierra su taberna, así que puedo conseguirte una bebida caliente si quieres. Los extraños no suelen estar acostumbrados a este frío, y supongo que tú no eres de aquí a juzgar por tu ropa y tu expresión. No quiero decir que seas extraña, sino que…
En ese momento dejé de escucharle, no sólo por lo rápido que hablaba, atropellando entre sí las palabras, sino porque yo empezaba a darme cuenta de dónde estaba. Me condujo hasta un banco de piedra unos metros más adelante y cuando nos sentamos, yo había recuperado mi lucidez casi por completo.
No olvidaré jamás lo que sucedió a continuación. Fue casi mágico. Mientras el extraño hablaba, caía de su barba pelirroja algo parecido a nieve. Hasta entonces no había reparado en ello, pero el suelo estaba completamente cubierto por una capa azulada de la misma sustancia, y caían copos de lo mismo desde el cielo. No daba crédito a lo que estaba viendo.
Zean, la nieve azul.-murmuré. Cogí un puñado del suelo y lo palpé con los dedos. –Zean, es zean…
Apoyé mi espalda en el banco mientras esbozaba una amplia sonrisa.
Lo había conseguido. Estaba en Neryen.