Evadirse.

Antes de la batalla, el Guerrero de la Luz preparó su cuerpo, pero sobre todo su mente. Tras afilar la espada y ensillar a su caballo, hincó sus rodillas en la tierra y dio gracias por todo cuanto poseía. Entonces, desde su ínfima posición, y sintiéndose la persona más vulnerable del mundo, tras desterrar cualquier soberbia, pidió fuerzas al Universo para vencer en la batalla.
  

Todos los guerreros se lanzaron al campo, y en el punto álgido de la batalla, uno de ellos se detuvo. ¿Qué demonios hacía? Sabía que en ese momento cualquier enemigo podría acabar con él, sabía que cada segundo que permanecía inmóvil disminuían sus posibilidades de salir con vida. Pero no se movía.
 Este era quien preparó su alma. Era el Guerrero de la Luz.
       

Y es que al mirar a su alrededor, vio poder, odio, esperanza, valor... Pero no era ese su sueño. De repente se sintió vacío. Se halló buscando algo desesperadamente en los cajones de su alma, haciendo caso omiso al sonido del acero, al olor de la sangre. Pues bajo la piel del Guerrero también hay almas enfrentadas, pasión, odio, incertidumbre, nerviosismo, amor, seísmos, pecado. 
        

Como todo Guerrero de la Luz, dudó de sí mismo, y decidió morir antes que vivir vacío. Esta es la esencia del Guerrero de la Luz. 
     

No es que fuera un acto suicida. El Guerrero quedó inmóvil tras sentir un recuerdo, algo que tanto anhelaba. Sintió en la nuca el aliento de aquello que había escogido olvidar: su niñez, el brillo de sus ojos, aquella mujer…
         

Descubrió que la peor batalla se estaba librando en su interior, en un silencio más ensordecedor que lo gritos de guerra. Debía salir de allí y buscar su verdadero destino. Dos segundos inmóvil y otro más para planear su retirada. Suficiente para el enemigo.
      

En la fracción de segundo en que una lágrima resbalaba por su mejilla, el filo una espada rasgó su cuello.
Entonces, cuando su cuerpo cayó al suelo, un pájaro cantó entre la bruma. Una flor creció orgullosa entre la nieve. Un lobo aulló sin ver la luna.
     

El viento movía las crines de su caballo, mientras este galopaba a la par con el alma del Guerrero.
      

¿Mi mayor miedo? Yo temo no detenerme como hace un Guerrero de la Luz. Temo seguir utilizando mi espada por temor a morir mientras rebusco en mis entrañas. Temo darle la espalda a mi alma frente a la rutina.