Me despido de aquella vista excelente, de que todo va a salir bien, que no hay mal que por bien no venga, que alguien llegará. Me he cansado de males recibidos por los cuatro costados, hasta donde más duele, destrozando cuanto pueden, ardiendo.
Mi esperanza se levanta un rato, cuando el cielo se despeja. De nuevo el mismo resultado, tantas veces evitando caer, que ahora lo hace más fuerte, sin tregua. Y grito tan sola, que ya sé lo que es morir, pues de qué te sirve un cuerpo. . .
Serán cenizas las lágrimas, los días, las horas muertas. Cada vez que has aguantado y cada vez que has caído, todo será ceniza. De qué te sirve un cuerpo. . .
Ansío el día en que pueda alzar el vuelo, pues no hallo fácil ningún camino, y no es que me asuste lo difícil. Me asusta este silencio, anunciante del despido, de no volver a verte más.
Tras ver a las bestias llorar y a los ángeles burlarse, y tras ver el foso del sentido, parece sino de todos vivir llorando.
No lo sé.
Y ahora que mis ojos ya están secos, ya ha quedado todo en un papel, vuelve a estar todo vacío. Como otra estrella apagada, sin llamar la atención, en una noche eterna. Ahora, qué voy a hacer ahora…
-Murder-