Oasis.

Tras varios meses bajo tierra, decido salir. Me deshago de tantas hojas en blanco, de todas las conversaciones vacías y de las horas muertas. Poco a poco, me voy quitando la venda de los ojos, sucia y desgastada. Muy despacio. Por un momento, me invade un terror sobrehumano, un miedo que me hace temblar; pero me repito a mí misma que debo hacerlo, y continúo, hasta que la luz me ciega.
Me incorporo, sintiendo agarrotado todo mi cuerpo. Sorprendida, advierto que mis ojos se han acomodado rápidamente a la luz. Demasiado rápido…
Porque apenas hay luz. A cada paso que doy, voy comprobando que la luz no ha sido lo único que he perdido en todo este tiempo.
Y para qué detenerse contemplando las pérdidas y los daños tras la tormenta. Ruinas sobre un paisaje devastado…
Debes correr hasta encontrar un oasis, no hay tiempo para lamentaciones.
Entonces, empiezo a avanzar, de nuevo, ignorando que mis pies tienen ya demasiadas heridas.
Admito que me he anudado la venda en la muñeca, por si acaso... Algo imperceptible desde lejos, asique será mejor que no te acerques más.
-Murder-