No vencieron las bestias.

El dolor de todas las miradas clavándose en mi espalda fue insignificante comparado  al dolor que sentí aquella noche…  Cuando el viento que soplaba en contra se rebeló, para hacerlo todo más inhumano y se hizo más extenso el abismo.
Perdiendo los nervios, la compostura y la razón… el pánico, vestido de sonrisa irónica esta vez, devastando todo lo existente sin tan siquiera opción de oponer resistencia.
Bendición, atrévete a llamarlo suerte, que mi corazón no estuviera conmigo entonces. Que gruñan las bestias, que no pudieron devorarlo.
Sonreí entonces, secándome las lágrimas que me impedían verte ahí, en el campo de batalla, encarándote, protegiendo el corazón que intentaron destruir, desafiando todo lo que a mí me había hecho correr.
Déjame decirte que es ahora cuando me estorba el cuerpo para estar contigo.
-Murder-