Nada rompe el silencio helado e infinito que nos arropa como
una maldición. Llegará el día en que los aullidos destierren a las
palabras y estas abandonen su tiranía y se extingan para siempre. Dejarán de de
profanar las almas y de arrancar medias verdades para dar paso a nuestros latidos
como nuestro propio eco.
Entonces una mirada será suficiente.