Ha sido un placer

Escribo desde mi refugio. Escribo tranquilamente nerviosa, sabiendo que no es más la calma de respirar este aire- el otro aire de la casa con siete habitaciones- que la sensación de que debo irme, precisamente porque este es mi refugio. Porque uno no debe, aunque quiera, atrincherarse cuando tiene ahí fuera tantos monstruos con su nombre, de esos que buscan siempre algo de pelea.
Escribo desde mi refugio; donde me convierto en una asesina del tiempo. Me pinto un clavel en los labios y me pongo sombrero y gabardina, y puedo ser, por fin, un extranjero, o tal vez un pasajero despistado en cualquier tren, y puedo ver sin tener que ser, puedo vivir sin la presencia -o ausencia- obsesiva de mí misma.
Escribo desde mi refugio; donde me duele estar porque no es mío.
Escribo desde ti, si es que se puede.
Escribo desde ti, mi primera persona del singular, ahora que sé que se puede.
Miro sin poder contar la sensación inmóvil en el cuarto, tu huella estática en tus cosas, y el polvo irisado, y la luz amarilla, y el sol rodeando y besando todo, buscando una imagen de agradecimiento por el amor incondicional a un juguete roto.
Vuelvo al frente, brigadier. Te espero en los tejados.