A dieciséis años luz.

Todo se detiene. El espacio físico sigue ahí, pero apenas lo notas. Tus pulmones no pueden expandirse, el vello de los brazos despierta buscando el oxígeno que te falta. Las pupilas no te permiten ver el horizonte. Océanos de realidad comienzan a formarse a tu alrededor, ves cómo tu puerto se sumerge sin que puedas hacer nada. No puedes moverte.
El mundo sigue girando y nadie entiende las ausencias en tus ojos. Percibes la calma aparente de tu rostro mientras todo tu interior se desmorona, como un reino demasiado absurdo.
Sientes cómo el universo te atraviesa. Demasiados caminos.
 


















¿Sabes? Sobre mi cama está Orión.