Luz.

Y allí estaba de nuevo, sentado en aquel ático, observando cómo toda la ciudad corría en su particular ritmo frenético. Ella, sin embargo, parecía tener la mirada perdida en algún punto que él no llegaba a ver. Ella, sentada a su lado, parecía no tener prisa.

La quería, esa chica era especial, pero estaba harto de su extraña actitud, a veces egoísta.
 
-¿Por qué ni siquiera me miras?
-Dicen que si miras al sol fijamente, te quedas ciego.- respondió ella, impasible, como siempre, dando una última calada a su cigarro.
-¿Crees que soy como el sol?
-No lo sé. Tuve valor para mirar la luz de alguien hace mucho tiempo, y estas son las consecuencias. Ya no puedo ver nada.

Se rendía, era imposible comprenderla. Dando por terminada la conversación, se levantó y se fue, malhumorado.
 
Y tras ver cómo su pasado le arrancaba de nuevo a alguien, ella prendió otro cigarro. Y después otro. Y permaneció allí sentada toda la noche, sumida en su particular oscuridad.

Hasta en su piel podía ver su nombre...

-Murder-